Sunday, July 6, 2014

La tragedia y la situación del Beni

Los primeros días de las inundaciones en Beni casi todos los colegios fueron habilitados como albergues, pero al iniciar las labores educativas, las víctimas fueron conducidas a las avenidas.

Guayaramerín es una de las poblaciones más afectadas, porque llegaron a evacuar 13 barrios. En San Joaquín (norte de San Ramón), el agua fue más fuerte que el anillo de contención. Exaltación (ubicada en la ribera del Mamoré) varios barrios y su hospital principal estuvieron bajo el agua. En Moxos, la prolongada lluvia superó el anillo de circunvalación y anegó cinco barrios.

La solidaridad de los bolivianos no se hizo esperar. Tampoco la ayuda internacional pese a que no se declaró zona de desastre natural. Venezuela, China, Francia y otros países vecinos entregaron equipos y helicópteros para facilitar la ayuda a los damnificados.

La mayor pérdida de ganado se registra en el Beni.


Lamentan 26 muertes y 180.000 damnificados rehacen sus vidas

Gregorio Cartagena, a sus 58 años, quedó sin sus dos hijos, su nuera y tres nietos. Murieron bajo toneladas de barro, piedras y troncos que descendieron con fuerza tumbando y sepultando el barrio Cerritos, en Rurrenabaque, Beni.

Ese trágico 25 de enero, también segó el futuro de cuatro soldados de la Marina de Rurrenabaque que, días antes debían licenciarse, pero se quedaron y murieron al ayudar a los vecinos.

Entre las víctimas, de la histórica lluvia e inundaciones, también está un empresario ganadero que se ahogó al intentar rescatar al hijo de uno de sus trabajadores. Murieron también dos jóvenes que buscaban cruzar una laguna. En total 26 personas perdieron la vida, evalúa el director del Centro de Operaciones de Emergencia de Beni, COE, Luis Philips Muñoz.

Los muertos no solo son por ahogamientos, sino también por picaduras de víboras, por enfermedades agudas al estar rodeadas de agua, mal nutridos o mal alimentados.

A las víctimas fatales se suman las 640 casas que cayeron en varios municipios, principalmente rurales, como San Joaquín donde desaparecieron 180, en Exaltación 32, San Ramón otro tanto y Guayaramerín 100.

De los 19 municipios del departamento, 17 fueron afectados con pérdidas pecuarias que alcanzaron los 60 millones de dólares. En el sector agrícola llegó a 14 millones.

36 mil familias, es decir 180 mil personas, resultaron damnificadas.

Las pérdidas en infraestructura caminera, pecuaria, agricultura, viviendas y otros alcanzaron los 416 millones de dólares.

Philips informa que la Gobernación entregó 1.200 toneladas de alimentos a los damnificados.



CAMPAMENTOS Los albergues, en total 42, fueron administrados por el Centro de Operaciones de Emergencia, con el apoyo de Defensa Civil y el Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas. La mayoría estaba en San Joaquín y San Ignacio. También en Trinidad. 2.200 familias vivieron en las calles. Hace una semana evaluaron la situación y concluyeron que en Trinidad solo 7 familias permanecen en campamentos y 32 en Guayaramerín y San Joaquín.

Roxana Paciquiña Isita, refugiada en el campamento 27 de Mayo, rememoró, antes de retornar a su casa en Villa Marín, en Trinidad, el día de la catástrofe: con hijos que tiritaban de miedo esperaron hasta el último momento para decidir dejar la casa. El agua llegó primero a los vecinos de abajo, teníamos la esperanza de que no se acerque a nosotros, pero nada… nos mandaron camiones para salir. Ayudaron los funcionarios, la Alcaldía y los soldaditos que salvaron algunas cosas.

“El agua subió medio metro en la parte de adelante de la casa y en la parte de atrás un metro y medio, casi hasta el cuello nos llegaba”, relata.

En los tres bloques del campamento 27 de Mayo fueron albergadas 600 personas: 234 de Villa Marín, 158 de Juan Ignacio Muyba y 189 de El Recreo.



PROBLEMAS El Gobierno implementó el Plan Patujú y la Gobernación su propio plan de reconstrucción.

Philips está consciente que la reconstrucción no será rápida. Hasta ahora ninguna casa fue levantada porque los requisitos exigidos en el Plan Patujú son muchos: deben demostrar documentación de la casa, de los bienes perdidos “y eso es complicado”.

GANADO El Plan Patujú también contempla el repoblamiento de ganado.

Este sector tuvo pérdidas que ascienden a 290 mil cabezas, con más de 220 millones de dólares, dijo a Erbol, Mario Hurtado, presidente de la Federación de Ganaderos del Beni, Fegabeni.

Calcula que cuando terminen de bajar las aguas en 45 días, las pérdidas duplicarán. Fegabeni firmó un acuerdo para afrontar las pérdidas. El Gobierno dará un fideicomiso de 30 millones de dólares para el repoblamiento de ganado.

¿POR QUÉ BENI? La estructura de la población del Beni es complicada porque el 80 por ciento de los poblados vive en riberas de los ríos, de manera que cualquier desborde afecta directamente a los asentamientos cercanos. El 70 por ciento de toda el agua que atraviesa Bolivia, está en este departamento.

Además, todos los pueblos del Beni “están amargamente desprotegidos porque las circunvalaciones que rodean a las poblaciones son bajas y débiles. El agua desborda con facilidad. Otros poblados simplemente no tienen” señala el director del COE departamental.

Según informe del Servicio Nacional de Meteorología e Hidrología, Senamhi, entre enero y febrero se marcó un índice histórico de lluvias, que fueron la causa principal de las inundaciones en Beni y La Paz. Los ríos Beni y Mamoré colapsaron porque tuvieron que trasladar grandes masas de agua que bajaron desde el occidente del país y los llanos orientales.

Solo en el área rural del municipio de Rurrenabaque (límite La Paz-Beni) llovió 261 por ciento (866,6 mm) más de lo normal (330,8 mm o litros por metro cuadrado) en enero 2014 y en febrero, 189,7 por ciento (672,5 mm) más de lo normal (454,5 mm).

“Las represas brasileñas son las causantes y deben pagar al Beni”

La Universidad Autónoma del Beni, José Ballivián, alertó en junio de 2013 sobre los efectos del cambio climático, de la deforestación, del calentamiento global, pero también de los efectos de la construcción de dos represas hidroeléctricas brasileñas, San Antonio y Jiraú, que le pusieron una barda al río Madera y ocasionó que la inundación sea devastadora.

El rector de la Universidad, el agrónomo y docente en hidráulica, Luis Carlos Zambrano Aguirre, se muestra seguro de sus afirmaciones, pero prefiere pedir que un organismo internacional imparcial se haga cargo de auditar los efectos de las represas y que, tras verificar el daño ocasionado, el Brasil pague el 1 por ciento de las ganancias que obtienen por la explotación de San Antonio y Jiraú.

Zambrano admite que la inundación fue causada por varios factores, pero dice que la gota que rebasó el vaso se llama represas. “El 95 por ciento de las inundaciones es causada por el calentamiento global, la lluvia, la deforestaciòn y otros. Pero lo que inviabiliza al Beni son las represas”, insiste.

Las represas San Antonio y Jiraú, en el oeste del Amazonas, en Brasil, están prácticamente concluidas.

Los críticos al proyecto dijeron que éstas subirían el nivel de agua del río Madera, lo que potencialmente conduciría a inundaciones catastróficas.

Estando el proyecto virtualmente terminado, una corte federal de Brasil ordenó que se realice un nuevo estudio del impacto ambiental ante la sospecha de que habrían contribuido a empeorar las inundaciones en Brasil y en Bolivia.

El desastre ha dejado sin hogar digno a más de 36.000 personas.

La central hidroeléctrica de Jiraú, que se encuentra en su etapa final de construcción y tendrá una capacidad de 3.750 MW de potencia, es administrada por Energia Sustentável do Brasil. Eletrobras y Companhia Energética de Minas Gerais operan San Antonio, que comenzó a funcionar en 2012, según reportes de prensa. Un juez ordenó a ambas empresas proveer comida y refugio a las 11.000 personas desplazadas en el estado de Rondonia (Brasil), pero no se aventuró a ordenar que las represas cierren.

El 15 de junio pasado, en una entrevista con La Razón, Víctor Paranhos, director presidente de Energía Sustentável do Brasil señaló que los estudios hidrológicos realizados demuestran que no existe ninguna relación entre las usinas y las inundaciones de este año.

“Las usinas de Santo Antonio y Jiraú emplean turbinas horizontales al filo del agua, y no necesitan de la acumulación de agua, pero sí del flujo constante del líquido elemento, una de las principales características del río Madera. Por este motivo, los reservorios construidos alrededor de las usinas son muy pequeños. En realidad, las inundaciones se debieron a la suma de dos fenómenos: a la gran cantidad y la intensidad de agua que cayó en un periodo muy corto” dijo el brasileño.

En tanto, el rector de la Universidad del Beni explica que el 70 por ciento del agua que cae en Bolivia pasa por el Beni, por la cuenca amazónica y que el estudio, del que participaron también otras instituciones, concluye que las lluvias de 2013 y 2014 llegaron a áreas nunca antes afectadas porque hubo dos bardas (las represas) que impidieron que el río Madera siguiera su curso normal. Pero, está seguro que las represas han provocado una disminución de la velocidad del caudal del río (antes iba a 45 kilómetros por hora, pero con las represas alcanzó 24) y ello ocasionó sedimentación.

Hace dos semanas, el agua aún permanecía en las calles de Guayaramerín y varias zonas de Trinidad.

“Creemos que si las represas no estuvieran, ya se hubiera ido el agua al Amazonas, el río más grande del mundo. Mientras esté trancado el río disminuye su velocidad, al rebajar la velocidad el sedimento se queda. Al asentarse el sedimento, el caudal de los ríos baja y por tanto, desborda”, explica.

La estructuracion social del Beni está basada en los ríos. Todos los pueblos están asentados en las riberas y se utiliza el río como medio de transporte para llegar a Santa Ana, Rurrenabaque, Guayará y Riberalta. Como los pueblos están en las riberas, cuando desbordan, obviamente inundan. Quedaron anegados Rurrenabaque, Guayaramerín, Santa Ana y Reyes. Estaba a medio caudal porque el agua estaba detenido porque en el río Madera hay dos represas, bardas que evitan que el agua corra como debe naturalmente. Son obras perpendiculares a la corriente del río.

“Hallo difícil dinamitar las represas con inversiones de más de 17 mil millones de dólares. Pero que nos den un porcentaje de regalías que nos permitan mitigar el impacto a través de obras civiles”, insiste.

Dragar los ríos para quitar la sedimentación; elevar los niveles de carreteras; construir más puentes, dar créditos a los ganaderos para que incursionen en tecnología y puedan hacer lomas artificiales, son obras que plantea ejecutar con el dinero de las regalías que podría dar Brasil.

Vigilancia militar por 24 horas



Varios puntos donde fueron instalados los campamentos para refugiados recibieron apoyo de vigilancia militar.

También hubo presencia de instituciones no gubernamentales como la Organización Internacional de Migraciones, OMI.

Estos grupos se encargaron de dar agua, baño y cocina.

Los jóvenes se deprimieron más

Susy Lizbeth Robles Soy de la carrera de Enfermería y colaboramos en los campamentos. En la comunidad de Copacabana adolecen de dolores musculares, el dengue, las infecciones respiratorias y las estomacales. La gente se ha deprimido mucho, especialmente los jóvenes porque bajo presión y miedo han tenido que reaccionar para salvar sus vidas y ayudar a los demás.

Cuatro niños nacieron en carpas y en medio de la adversidad

El Beni y sus provincias sufrieron el embate de las lluvias entre septiembre de 2013 y marzo de 2014. Las viviendas se cayeron y obligó a los damnificados a vivir en carpas. En esas condiciones, cuatro niños nacieron en el campamento 27 de Mayo. Las protagonistas describen cómo vivieron los peores momentos. Recién, hace dos semanas, el grupo desocupó las calles y se fue a casa intentando recuperar sus sueños.



Luz Clarita está inquieta. Llora en los brazos de su madre. Nació hace dos meses en el campamento 27 de Mayo.

A primera vista, una desvencijada cocina, cuyo color azul lucha por distinguirse, es el único bien del lugar.

María Isabel Tuco surge de entre las paredes de la casa de lona instalada para los refugiados de las inundaciones, en Trinidad. Además de Luz Clarita, la acompaña la hija mayor, de nueve años.

La noche del 4 de junio, María Isabel está en una de las 45 carpas afincadas temporalmente en la avenida 27 de Mayo, una amplia vía de tierra con tenue luz del alumbrado.

A ambos lados de la calle fueron levantadas 45 carpas, una al lado de la otra, una frente a la otra, con apenas dos metros de distancia.

En este sitio acamparon 3 bloques: El Recreo, Villa Marín y San Ignacio Muyba. Cada uno extendido a lo largo de una cuadra.

María Isabel y su familia provienen del barrio El Recreo que, en febrero, pasó el peor momento de su historia y quedó bajo el barro.

La joven madre, vestida con ropa ligera para contender los 23 grados nocturnos, cierra los ojos al recordar aquel momento: el aluvión tumbó como naipes las débiles y precarias paredes de la casa construida con chuchío (bambú) hecha a la manera antigua con barro y amarrada con bejucos güembé (planta tropical cuyos tallos, largos, delgados y flexibles se emplean como ligaduras).

Rememora unas horas antes de los hechos. Por su embarazo y al estar muy delicada se fueron con sus tres hijos a la casa del suegro. Aquel día no paró de llover, la lluvia era tupida, parecía una pesadilla. “Ya a las 3 de la madrugada me levanté y fue cuando pisé agua que ya estaba cerca de la cama”, dice.

Alertó a sus cuñados y a los ancianos suegros. Pensó en su casa y decidieron ir de inmediato hasta el barrio El Recreo, un nombre alegre para un complicado momento

...Todo estaba mojado. El agotado cuerpo de su suegro apenas podía cargar algunos objetos. Ella tampoco era de mucha ayuda, aun así rescataron lo que pudieron. El agua en cuestión de minutos subió e hizo inestable el lugar. El chuchío no soportó por mucho rato la fuerza de la tormenta.

La familia de María Isabel Tuco y otras 44 más, fueron conducidas a una escuela primero y al refugio de la 27 de Mayo, después.



LUZ CLARITA Allí, en la calle y en una carpa esperó el nacimiento de Luz Clarita. Los colchones en el piso y cada día ponerse de pie era un suplicio, más en los últimos meses de gestación.

Luz Clarita es la hija menor de María Isabel. La mayor tiene 9 años y dos varones están con 6 y 4.

A pesar del infortunio, sus hijos no dejaron la escuela. Su esposo, Fernando Pereira, continúa trabajando en el campo.

A cuatro meses de aquel fatídico día, María Isabel expresa su deseo de volver a su casa, pero la situación aún no estaba clara, la vivienda no fue reconstruida, los accesos a su barrio permanecían cerrados, el dinero era escaso y las autoridades mantenían silencio.

Las dificultades le empezaban a apretar el estómago. “Tengo una cocina, pero a veces no hay arroz para darles a mis hijos. Ya los víveres no llegan”.

Marioli Pérez encargada del campamento 27 de mayo, bloque 2, representante del barrio Pedro Ignacio Muiba cuenta que a un principo el grupo estaba compuesto por 45 familias.

Desde que salieron a albergues nacieron cuatro niños. Dos en el campamento de la 27 de Mayo y dos cuando estaban alojados en un colegio.

EN EL CAMBÓDROMO Otro de los sitios donde, hasta el sábado 7 de junio, permanecían los refugiados es el Cambódromo.

A media tarde, el sol castiga con dureza a quienes están bajo las carpas. Karen Ruiz Taborga se muestra como representante del grupo.

Dice estar entusiasmada porque sabe que se acerca el momento de volver a su hogar. Hasta el último día, permanecieron 33 familias.

Cuenta que ha sido incómodo vivir en esas condiciones casi cuatro meses. “Pero elay, tenemos lavandería, ducha y cocina” señala al mostrar con la mano el lugar donde fueron instalados estos servicios.

Los niños fueron las mayores víctimas. En una carpa dormían seis personas en dos colchones.

Dos semanas después, finalmente se retiraron de la zona las 38 familias. Van a intentar recuperar su propiedad y reconstruir su casa con lo poco que tienen. María Isabel se fue con el temor de que se avecina octubre y con él... las lluvias.

Cuatro meses sin privacidad y con pocos víveres en refugios del Beni

“Infierno, eso es lo que vivimos todo este tiempo”, resume con amargura Rolando Méndez, una de las víctimas de las inundaciones en Beni.

Fue infierno porque él y su familia, junto con centenares de damnificados, vivieron fuera de su casa por casi cuatro meses, en campamentos y carpas donde el calor alcanzaba fácilmente los 40 grados centígrados... es como vivir en una casa en la que bolsas plásticas reemplazan a las paredes.

Fue un infierno porque dejaron de trabajar con normalidad. Enfermaron al vivir a la intemperie. Los víveres solo llegaron a un principio. Sus bienes se redujeron a casi nada, los perdieron el día en que los ríos desbordaron por las lluvias y destruyeron todo a su paso. Hubo olvido de las autoridades que llenaron de promesas y el cumplimiento aún no se concretiza.

Al menos 2.200 personas vivieron en esas condiciones, en 42 campamentos para refugiados.

El Defensor del Pueblo, en Beni, Crisanto Melgar Souza, denunció que el tema tuvo ribetes políticos entre las dos fuerzas en el Beni: el Movimiento Al Socialismo y Primero el Beni. Cada grupo diseñó su propio plan de recuperación de las zonas afectadas. Cada sector evaluó de distinta forma los efectos del desastre y asignó recursos. Pero en medio de la disputa quedaron los refugiados.

Rolando Méndez y 37 familias más vivieron por meses en la calle, en el campamento 27 de Mayo, en la avenida del mismo nombre, en Trinidad. Fue uno de los 6 refugios habilitados. La segunda semana de junio empezó la operación retorno a casa, con nuevas esperanzas y viejos enseres. Hoy solo algunas familias quedan en las carpas.

En el refugio perdieron su derecho a la privacidad. Los vecinos conocían las penas y alegrías, así como los conflictos de todos.

La representante de uno de los tres bloques del campamento 27 de Mayo, en Trinidad, Marioli Pérez, cuenta que le apenó conocer la realidad de varias familias y comprobar el maltrato físico que sufre la mujer. “De las carpas salían pedidos de auxilio. El esposo llegaba borracho ofendía a la pareja, la golpeaba, incluyendo a hijos”. También vio a madres maltratar a sus niños. En varios casos se necesitó intervención policial.

Como las carpas están lado a lado y apenas una lona separa una de la otra, las conversaciones o discusiones eran del común.

Pese a todo aprendieron a comprenderse, a convivir y ser tolerantes. “Y cuando llegaban los pocos víveres se repartía por igual. Había que cuidar que nadie se lleve más o menos”, dice.

Marioli permaneció con sus dos hijos, dos hermanos y sobrinos en una carpa.

En tanto que María Isabel Tuco, del mismo campamento, estaba extenuada. “La carpa es muy caliente, los chicos hacen bulla, se escucha peleas entre familias o con los vecinos... quiero irme a casa” era el pedido.

INUNDACIONES Beni sufrió la mayor inundación de su historia. Llovió desde febrero hasta mediados de marzo. Al menos 36 mil familias quedaron afectadas y 26 personas perdieron la vida. Las lluvias azotaron a la región, los ríos se desbordaron, destruyeron casas, caminos y se llevaron las ilusiones de los benianos. Muchos están conscientes que es consecuencia del calentamiento global, de la deforestación, del cambio climático. Pero la Universidad Autónoma del Beni asegura que también es efecto de la construcción de dos represas hidroeléctricas brasileñas.



SITUACIÓN En junio, las calles y casas están anegadas, pese al tiempo transcurrido. Las bombas para expulsar el barro y habilitar las zonas afectadas fueron insuficientes.

Llegar hasta el campamento 27 de Mayo representó recorrer calles de tierra sorteando en motocicleta los enormes hoyos. La avenida se ha dividido en tres bloques para albergar a los del barrio Recreo, Juan Ignacio Muiba y Villa Marín.

Allí algunas veces compartieron hasta de unos pocos kilos de arroz porque la dotación era tan ínfima que había que distribuir de manera equitativa para ser justos en la adversidad.

“EL AGUA NOS HA SACADO” Rolando Méndez está en el bloque 2.  Es de noche. Con el dorso descubierto se identifica como trinitario, vecino del barrio El Recreo, donde hace tres años compró un lote con su sueldo de artesano, oficio que continúa ejerciendo aunque de manera irregular. Construyó una modesta casa precaria que ya no está porque el espeso barro la tumbó.

Cuenta que nunca antes Trinidad sufrió tanto como este año. Recuerda cómo el agua sobrepasó el anillo de protección e ingresó silenciosamente hasta su vivienda. Su esposa, Deysi Cuéllar, sus hijos Daniel y Rolando viven el trauma.

Al ver que el agua subía tomaron la determinación de abandonar su hogar llevando solo atados de ropa. “Me estremece mi cuerpo recordar”, dice ella. A la una de la mañana grupos voluntarios de ayuda les llevaron con rumbo desconocido. Llegaron a un colegio, pero a la semana fueron desalojados.

Los colchones se empiezan a romper por la humedad. “Defensa Civil se burló de nosotros. Nos trajeron un pollo para 18 personas, un kilo de arroz para 14 días, harina, azúcar, 2 litros de aceite y 2 botellas de agua”, agrega.

El Defensor del Pueblo de Bolivia, Rolando Villena, denunció que la ayuda no llegó por igual y que hubo privilegiados por el Gobierno. "La entrega de donativos es desigual, insuficiente y desordenada", destacó en febrero, un comunicado de la Defensoría del Pueblo.

La Comisión de Derechos Humanos de la Cámara de Diputados, dirigida por el MAS, convocó a Villena, para que demuestre que el Gobierno politizó la ayuda humanitaria.

Pero las últimas semanas a los refugiados no les llegó más víveres.