Friday, February 20, 2015

A un año de las riadas, las comunidades del norte de La Paz recuperan la vida

"Casi me muero al poner mi ‘escalerita’ para guardar mis ‘cositas’. Después no pude caminar más porque era hondo, a las cuatro de la mañana empezó todo a reventar, me ponía a llorar y no sabía qué hacer”, contaba hace un año Dilma Mamio, pobladora de la TCO Tacana de Capaina, en el municipio de San Buenaventura, en el norte del departamento de La Paz.
Los programas de cooperación y desarrollo se vieron interrumpidos a inicios de 2014, cuando las inundaciones, deslizamientos y riadas en el norte del departamento de La Paz devastaron varias comunidades.
La ayuda se concentró en el proyecto Acción Humanitaria y recuperación productiva para las familias afectadas por las inundaciones en las comunidades de los municipios San Buenaventura, Ixiamas, Palos Blancos y Alto Beni. El proyecto abarcó aspectos referidos a la reactivación agrícola, seguridad alimentaria y nutricional, la rehabilitación de sistemas de agua y la rehabilitación de unidades educativas y viviendas afectadas.

A partir de la coordinación interinstitucional y la participación de las organizaciones comunitarias, las autoridades y las mismas familias afectadas, según datos del Viceministerio de Defensa Civil, se brindó atención a más de 1.000 familias damnificadas de esa región, priorizando los insumos humanitarios y materiales en atención a la necesidad de las comunidades y municipios afectados.
El proyecto logró atender las necesidades de 1.135 familias en 29 comunidades de cuatro municipios.
Un nuevo comienzo
Después del desastre, las comunidades empezaron a organizarse para salir adelante, a pesar de haber perdido en muchos casos sus viviendas, pertenencias, cosechas y el acceso a carreteras.
Un ejemplo de ello es la comunidad de Villa Alcira, en el municipio de San Buenaventura, en donde se practicó una cultura de cooperación mutua.
En el lugar, según información de la ONG Soluciones Prácticas, buscaron albergue para todas las personas, que compartían los alimentos y se cuidaban.
Litros de agua, pastillas potabilizadoras, semillas, rehabilitación de sistemas de agua, refacción de unidades educativas, kits escolares y de higiene, generadores eléctricos, entre otros insumos, empezaron a ser entregados en diferentes comunidades.

Al mismo tiempo se iniciaron actividades de capacitación en Evaluación Participativa de Vulnerabilidades y Capacidades (EPVC).
La EPVC es una metodología para identificar los problemas de cada comunidad, proponer las soluciones óptimas y buscar el financiamiento para lograrlo.
"Dentro de la EPVC continuamos hasta ahora con la reposición de los árboles frutales que perdieron, además del establecimiento de viveros. En este momento estamos trabajando con San Buenaventura”, detalla el responsable del proyecto EPVC en las comunidades tacana como parte de Soluciones Prácticas, José Luis Gutiérrez.
El plan de acción, según Gutiérrez, implicó el trabajo de más de una decena de comunidades en el norte de La Paz.

"Ya tenemos todo sembrado, lo que nos han dado, fréjol, arroz, maní (...). Ya tenemos un poco más limpia la carretera”, comentaba meses después Mamio.

A la ayuda proporcionada por instituciones gubernamentales y privadas, se sumó en todas las comunidades la mano de obra de sus habitantes y una coordinación conjunta para que exista un plan de acción de ahora en adelante.
A un año del desastre en las comunidades, el Consejo Indígena del Pueblo Tacana (CIPTA) definió como prioridad para 2015 el desarrollo de acciones preventivas y de preparación frente a desastres a partir de su experiencia más reciente. Las comunidades incluyeron un enfoque de gestión de riegos en su planificación para su gestión territorial, según información de la Dirección General de Prevención y Reconstrucción del Viceministerio de Defensa Civil.
Recuperación de tradiciones
Algunas costumbres que las comunidades habían dejado de lado fueron recuperadas después del desastre. En algunas retomó la práctica de construir almacenes en lugares altos para guardar semillas, denominados "trojes”.
A ello se suman nuevas decisiones, como el resguardo de documentos de identidad y el establecimiento de rutas de escape hacia lugares de mayor altura y cercanos a las comunidades para que sus habitantes no estén en peligro.
Según las organizaciones involucradas en la ayuda, se necesita implementar siete acciones en las comunidades: restablecer los medios de vida y la biodiversidad, la planificación de servicios básicos, desarrollar un sistema de alerta temprana, trabajar en la salud y nutrición, y llev

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