Cuando el agua pasa de aliado de la vida a enemigo, es implacable. Lo envuelve todo y se lo apropia. Si sigue creciendo inunda lo poco que queda seco; si se aquieta, se estanca y enferma; si baja, deja barro y destrucción. La última es la mejor opción, pero la primera y la segunda prevalecen estos días en gran parte de Beni.
Los Puentes es una comunidad ubicada a 30 minutos en lancha de Trinidad, a orillas del Mamoré. Los pontones utilizados por los vehículos para cruzar el río camino a Cochabamba son su forma de vida. Eso antes que el agua creciera, desde el 22 de enero, más de dos metros y se convierta en una masa casi sin límite. El camino de tierra que le da trabajo, es ahora el hogar de toda la comunidad. Desde sus refugios los niños señalan sus casas. Discuten cuál es cuál porque es difícil reconocerlas solo por los techos.
Ir en lancha hacia allí significa navegar por un exmonte entre las copas de las palmeras más altas. Cada tanto algo frena la lancha y se siente que raspa la parte baja: son los árboles que quedaron bajo el agua. Sin importar los riesgos, Gabriela Urioste se une con cualquier equipo que vaya y lleva su ayuda al pueblo. Al llegar, los niños la saludan y le piden que ponga canciones en su celular.
“Uno viene con lo mínimo, apenas se puede traer algunas cajas, pero también es hacer compañía, que la gente se sienta apoyada y que sepan que importan, y mucho”, explicó. Esta vez viajó con un equipo de la municipalidad que llevó alimentos y remedios.
“Nuestros chacos están bajo el agua, nuestras casas también. Éramos 86 familias, ahora somos 95 porque llegaron algunas del monte pidiendo auxilio. Ahora toda la comunidad está reinventando su vida como puede”, comenta el corregidor Juan Carlos Chacuiri. El agua castiga con ironía, rodea todo pero seca al pueblo porque a los costados las plantas van muriendo y queda todo más árido. “Tenemos suerte porque no estamos tan alejados, hay otras comunidades que deben estar ahogadas”, dijo Yenni Ortiz, lavandera del lugar y madre de cuatro niños.
La tragedia como costumbre
Puerto Varador es el lugar a donde llegan nueve comunidades de la provincia Cercado para abastecerse. Estaba a 25 kilómetros de la ciudad, ahora está a 20 porque el agua se comió todo el pueblo y la carretera se convirtió en el puerto. Lo que queda de esa zona está a los costados de la vía y el escenario es de vacas agonizantes y refugiados hambrientos esperando para faenarlas.
A 30 centímetros de ambos lados de la carretera todo es agua que empieza a estancarse y a oler mal. “Huele a muerte”, dijo un anciano con los ojos clavados en el agua que inunda su carpa. "Pronto estaremos en la carretera misma, cortándola aunque no queramos, porque no hay otro lugar", agrega.
Josefina Sánchez tiene 80 años. Ella relató que la casa de tablas a la orilla de la vía la tiene siempre porque "es una costumbre que cada cinco o 10 años tenga que huir por la riada". Sentada en su cocina improvisada, señaló sus pies bajo el agua para mostrar que este año está peor.
Al mediodía hacen 34 grados centígrados y las ollas al fuego empiezan a multiplicarse. Las vacas que llegan muertas en las barcazas que compró el Gobierno ayer en Santa Ana son carneadas para el almuerzo. “Un pedazo para la olla, otro para colgar y hacerlo charque”, explicó Wálter Álvarez, padre de siete hijos que alimentar. “A tres los estoy despachando a Santa Cruz, ya tienen edad para estar un tiempo allá y buscárselas. Daniel, Rodrigo y Carmelo tienen (18, 15 y 14), ríen nerviosos cuando piensan en ello.
Por la tarde el asfalto cede y un pozo no deja más que 30 centímetros de la carretera por donde la gente pasa a pie. Los autos y motos quedan de uno y otro lado. Por suerte para la zona hay gente de varios organismos gubernamentales que no pueden volver a Trinidad, así que las volquetas llegan enseguida. Les tomará cuatro horas rellenar el hueco.
En una de esas imágenes que dejan las tragedias, se ve a Fanni Leigue lavar su ropa con el agua que pasa por debajo de su cama. Cama que ya puso sobre ladrillos pero que parece cuestión de tiempo para que tenga que elevar de nuevo. Es el cumpleaños de Fanni, ahora tiene 26 años, pero ella ni lo cuenta, su madre es la que insiste en hacerla felicitar, sus tres niños se emocionan también. Su refugio está atravesado por tablas que funcionan como puentes, todo sobre ladrillos. Sus pocas ropas y pertenencias están colgadas de los palos que forman su techo.
De hermano a hermano
Daniel Mora, vecino de Puerto Almacén, tuvo que dejar la casa que le construyó el Gobierno en el 2005 para irse a vivir a la carpa que le regaló la Gobernación el 2008. Atraviesa todos estos escenarios en su moto para llegar a Trinidad. Él es fanático de Rubén Costas y se enteró que él estará en la plaza. Mora intenta acercarse pero le da vergüenza. Por fin decide llegar hasta otra autoridad. Ya en la tarde Daniel acomoda su nuevo colchón y alivia a su familia con unas bolsas de fideo, azúcar y ropa.
Desde La Paz, el vicepresidente Álvaro García Linera insistió en que el Gobierno no declarará zona de desastre y el ministro de Defensa, Rubén Saavedra, afirmó que los gobernadores buscan hacer política
La ayuda
100.000
Dólares donó la CAF
El donativo es para la ayuda humanitaria en Bolivia.
11.000
Litros de agua
Es el aporte que hace la cooperativa de agua de Santa Cruz.
185.000
Dólares donó Japón
El proyecto JICA se sumó a la campaña solidaria.
75.000
Dólares entregó la Unicef
Para atender a los niños afectados por las lluvias y riadas.
No comments:
Post a Comment