Ante un peligro inminente el cuerpo tiene un golpe de adrenalina que le impone dos opciones: correr o luchar. La reacción lógica, al ver filtrarse el anillo de contención que separa a Trinidad de una enorme masa de agua, es correr. La reacción de Trinidad fue luchar.
El anillo de contención estaba hace días con el agua a 10 centímetros del límite y cualquier lluvia sería grave. Pero no fue una lluvia: a las 7:00 de ayer empezó una tormenta que no pararía en siete horas.
En la zona sur de la ciudad (barrios 13 de Abril, 17 de Julio y Las Palquitas) el agua que presiona sobre el anillo de contención subió 30 centímetros sobrepasando el refuerzo que se estaba construyendo. Allí entró el pueblo a salvar su ciudad.
Los vecinos más cercanos al dique fueron los primeros. Bolsa a bolsa en una batalla que parecía imposible. Cerca de las 9:00 la situación era crítica y se quitaba arena de unos puntos del dique para llevarla a otros que estaban por ser sobrepasados. La lluvia estaba lejos de cesar y las tareas de rescate del muro de contención se tenían que realizar junto con las de “evacuación, resguardo y salvación”, como tenían ordenado los 150 soldados del liceo de Trinidad, que marchaban al trote en fila hacia barrios adonde el agua llegaba al pecho. Las oficinas del centro eran evacuadas y algunas empresas y bancos resguardaban la información en lugares elevados. El pánico era un lujo que la gente evitaba a puro trabajo.
Entonces, aquella agua trágica, ese cuasi mar que aprieta a la población trinitaria, que amenaza en convertir la ciudad en su cuenca de desagüe, logró ser su misma solución.
“El agua nos borró los colores (políticos) y ahora estamos trabajando todos juntos porque si no, sin importar los intereses, todos nos ahogamos juntos”, arengaba un vecino mientras apaleaba.
Él estaba sin polera y tenía todos los brazos tatuados, a su izquierda dos jovencitas con impermeable, botas y las uñas pintadas abrían las bolsas para recibir sus paleadas. Al otro costado un hombre alto, con la camisa empapada y sombrero de ganadero, acercaba la tierra que traía un vecino en un camión. Las bolsas las recibían filas de personas que las acomodaban haciendo retroceder el agua.
Las empresas regalaron las bolsas. Las constructoras, su arena. Las máquinas de las empresas se hicieron presentes, igual los camiones, chatas, motos y autos. Soldados compartían coca con los albañiles. Peones alentaban a jefes. Oficinistas embarraban sus uniformes. Enemigos políticos se pasaban las herramientas.
La lluvia seguía su castigo, pero ya al mediodía el trabajo en conjunto fluía con más fuerza que el agua. A partir de ahí cesó la lluvia y fue cuestión de mantener la fuerza común para seguir con el orden. Toda la noche se mantuvo la vigilia organizada de los puntos críticos.
Fue solo un día, un día al borde del colapso que recién empieza para gente que llega a albergarse a los colegios y plazas y los encuentra llenos. Damnificados que inician su retirada de las carreteras donde estaban refugiados y llevan lo que pueden sin más guía que las luces de la ciudad.
Todos los accesos están anegados, dos de ellos, el camino a San Javier y la ruta a San Borja, están cerrados. La ruta a Santa Cruz está inundada. En la noche de este largo día la solidaridad prosigue al trabajo y la decisión fue la correcta: luchar, pero luchar juntos
EN LA JORNADA
El alcalde se hizo presente
La Alcaldía preveía una precipitación de 20 milímetros y solo en 2 horas cayeron 130 milímetros.
No hay tiempo para las medidas
Los cívicos suspendieron hasta nuevo aviso la marcha que tenían organizada para ayer.
Todavía se carnavalea
Hasta entrada la tarde, la coronación de la reina del Carnaval beniano no se suspendía. Algunos tienen ánimo festivo.
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